Activación muscular: El taller para el deportista
Publicado el 17 noviembre 2013, por Pedro López

Las Técnicas de Activación Muscular preparan a nuestro cuerpo para trabajar, entrenar, y/o competir en las mejores condiciones, optimizando las capacidades contráctiles de la musculatura. Cualquier tipo de ejercicio o disciplina deportiva debería de afrontarse en el estado de forma óptimo, para prevenir posibles lesiones o desajustes.

Al igual que un Fórmula 1 está listo antes de la carrera, y todas sus” conexiones” funcionan adecuadamente, ¿estamos seguros de que nuestros músculos funcionan perfectamente? ¿Sabemos si van a responder adecuadamente cuando pongamos la máquina al 100%?

Si la dirección del eje del coche no está debidamente ajustada, ¿provocará eso a lo largo de la carrera otros desajustes? ¿Se desgastarán mis neumáticos por igual? ¿Será fácil conducir en esas circunstancias o me implicará una menor eficacia mecánica y por tanto un mayor gasto energético para contrarrestar esas deficiencias?
La cuestión es por qué no nos planteamos esto cuando somos nuestra propia máquina de competición. Si alguno de mis músculos no funciona adecuadamente provocará que otros músculos tengan que trabajar en exceso. Nuestro objetivo es realizar el gesto técnico, “cueste lo que cueste”, pero ese exceso de trabajo de musculatura que trabaja para suplir la baja de otra, provocará que la fatiga llegue antes, e incluso que el desgaste articular sea inadecuado, pudiendo poner en peligro mis articulaciones y hacerlas más vulnerables ante las lesiones.

Las Técnicas de Activación Muscular están para dar respuesta a muchas de estas preguntas, ya que a través de una evaluación muy exhaustiva son capaces de identificar los eslabones débiles del sistema muscular. Una vez identificada la raíz del problema resulta más fácil ponerle solución.
Si no soy consciente de que el eje de mi coche está “desequilibrado” y sólo me preocupo de cambiar los neumáticos, el desgaste de estos continuará acentuándose en la misma zona, siendo más rápida la degradación y más corta su vida media, pudiendo provocarme a corto- medio plazo desajustes en otras zonas de la carrocería que tendrán que soportar esa falta de apoyo, tracción y dirección adecuada, con los problemas que eso conlleva.

Esto mismo nos ocurre a nosotros cuando tras una competición, tras haber puesto la máquina a tope, consideramos normal tener micro-roturas, contracturas, dolores articulares, calambres, inflamación de tendones, etc.
Nuestra solución suele ser incluso más insensata que la de cambiar los neumáticos, pues nos conformamos con tomar relajantes musculares, antiinflamatorios o analgésicos, lo cual se puede comparar a quitar el chivato del cuadro de mandos que me avisa cuando alguna pieza del coche no funciona adecuadamente. Nosotros apagamos esa lucecita, haciendo caso omiso de los avisos que el cuerpo nos da (dolores, tensiones, limitaciones de movimiento…) creemos que una pastilla y un poco de descanso lo arreglarán todo.

Resulta tan absurdo como pensar que después de la competición, dejando el coche en el garaje y tapando la lucecita que me dice que necesita aceite, que necesita ajustar su eje, y otros muchos ajustes, a la mañana siguiente amanecerá en óptimas condiciones, como si un mecánico imaginario lo hubiese reparado todo por ciencia infusa.

Y esto lo hacemos competición tras competición, entreno tras entreno, pensando que la fatiga es el único factor que nos hace sentir esos dolores, despreocupándonos de mirar la carrocería a fondo para averiguar que puede estar fallando o que está realmente averiado.
La activación muscular sería como el paso por el taller del coche, tratamos de buscar la raíz del problema, en lugar de apagar el chivato de aviso (el dolor o la tensión). Desde nuestra perspectiva consideramos la tensión muscular como un mecanismo de protección del sistema nervioso reflejo. Esta tensión se da para protegernos de posiciones donde realmente podríamos lesionarnos.

Creo que este ejemplo nos ayudará bastante; si yo tengo un Ferrari con muchos caballos en el motor, pero cuando giro la llave para arrancarlo la chispa no se transmite a la batería para arrancar, mal empezamos. Entonces si yo tengo un músculo que cuando le envío la señal no es capaz de contraerse, mal asunto. Por suerte nuestro cuerpo cuenta con una batería para cada músculo, y si uno no recibe electricidad, otro lo suplirá como pueda para realizar el gesto deportivo. El problema es cuando esa sustitución o compensación se convierte en algo habitual, porque estamos agotando al músculo que sí trabaja y no estamos haciendo nada por reparar al que no funciona correctamente.

Así pues, una vez identificadas las zonas que no se contraen adecuadamente, tratamos de restaurar la conexión del motor (Sistema Nervioso) con los encargados de transmitir el movimiento (los músculos). Con la eliminación de estos desajustes nos permite afrontar en mejores condiciones desde las actividades cotidianas hasta el deporte profesional de alta exigencia.
Consiguiendo con todo esto, un mayor rendimiento y eficacia, y una eliminación o disminución considerable de las molestias músculo-articulares asociadas a estos desequilibrios… y todo ello sin tratar lesiones o síntomas, ya que eso sería poner un parche temporalmente.
Pongamos ahora un ejemplo más práctico, si un triatleta tiene una disfunción muscular en algunos de sus flexores de cadera derecha (algunas veces en esa situación la compensación de nuestro cuerpo hace que nuestros “isquios” se acorten para protegernos, aunque no es la única manera de camuflarlo) bien por un exceso de entrenamiento, por un traumatismo, por fatiga, etc.

Cada vez que en su patada de crol realiza la flexión de cadera probablemente unos músculos trabajen más que otros y esa compensación empiece a magnificarse poco a poco, lo cual nos llevará a una pérdida de eficacia y a una mayor fatiga, entre otros problemas. A la hora de coger la bicicleta, al ser un movimiento cíclico y bastante guiado, probablemente el atleta será bastante bueno camuflándolo, ya que esa limitación en su flexión de cadera derecha la suplirá durante el trayecto en bici empujando más fuerte la extensión de su otra cadera. Es imposible tratar de adivinar si compensa o no sólo viéndolo en la bicicleta, es como pretender saber desde fuera que pieza está algo floja cuando el Ferrari va a 300 km/h.

Y finalmente, a la hora de la carrera, tras llevar bastante tiempo fatigando a los flexores de su cadera más débil, es lógico pensar que la flexión con la que lanza su zancada derecha sea menor (en rango o en calidad muscular) que su otra cadera, lo cual puede provocar un patrón asimétrico.
Pero por “suerte” su cuerpo buscará cualquier mecanismo de compensación (con otras articulaciones) para permitir que el atleta siga corriendo, aunque esto sea sólo una solución temporal para permitirle finalizar la prueba. Aunque la realidad es que estamos forzando más allá de lo normal ciertas articulaciones y músculos, lo cual siempre nos hace más susceptibles de lesiones, dolores o molestias.

Por tanto, ya que ante la adrenalina de la competición difícilmente nos pararemos y abandonaremos ante las primeras molestias, lo ideal sería poner la musculatura a punto, con el objetivo de retardar lo más posible la aparición de los primeros síntomas, y así disfrutar de nuestro deporte libres de dolor y concentrándonos en estar atentos y dar el 100% en cada paso, con la tranquilidad de saber que el Ferrari está recién sacado del taller y podemos exprimirlo al máximo.

¿Cada cuanto pasa un coche de competición por el taller?¿Te cuidas tú de igual modo? Obviamente no necesita los mismos cuidados el Ferrari de Fórmula 1, que el coche de mi garaje que sólo uso los fines de semana para ir a la playa. Si realmente te apasiona tu deporte, sácale el mayor beneficio y evita posibles futuras lesiones; la Activación Muscular puede ser una fantástica herramienta para ayudarte a alargar la salud de tus articulaciones y permitirte optimizar tu rendimiento.